"Kimberly" es un tema espléndido que queda sin embargo en segundo plano en un disco lleno de obras mayúsculas. En Madrid Patti Smith volvió a él, con lapsus incluido, al recorrer "Horses" de principio a fin. Éste es el momento, y lo que escribí de esta canción en "Caballos para la eternidad".
KIMBERLY. La pegada de
la batería avanza desde el primer momento como un tren que se ha puesto en
marcha y no va a detenerse. Nos lleva a un escenario amenazador donde, sin
embargo, hay espacio para la calma, para la esperanza. El acompañamiento de los
teclados y del bajo te sitúan en un plano de ambigüedad en el que la música
bien podría llevarte a cualquier sitio menos precisamente a ése al que Patti te
invita: un lugar de la América rural, un granero renegrido, la tormenta que se
avecina y alguien a quien proteger, una niña. Patti Smith está narrando una
experiencia personal que tuvo a los doce años, cuando una tormenta le sobrevino
en el campo y, con su pequeña hermana en brazos, vio arder el granero, una
historia que también aparece en su libro de relatos autobiográficos Woolgathering, de 1992. La banda suena
desenfadada como si fuera Blondie, pero Patti canta como la hermana mayor que
siente el peligro, un peligro cósmico, pues no sólo siente que el cielo se va a
rasgar sino también que los planetas van a alterar sus órbitas. Pero la música
te lo está desmintiendo, ahora ya con la guitarra tranquila pero insistente en
segundo plano tras la voz, una música que, a pesar de todo, no se arranca
definitivamente a ser alegre, que parece estar a la expectativa de la narración
de sucesos. Hay algo también que captas en la voz de Patti, a la que no le
importa que el cielo esté cayendo sobre ellas, porque el destino está escrito,
lo estaba ya cuando nació la niña a la que quiere proteger y esto es sólo una
repetición de aquel momento en que al amanecer la tormenta se apoderó de si y
rodó sobre la hierba y la existencia misma se detuvo. Todo eso vuelve a suceder
en este remolino luminoso que hace que el mar parezca fuego. Hermanita, el
destino está llamándote, canta Patti con un tono que envuelve sabiduría,
aceptación de los hechos, un hermoso puente que nos conduce a una larga estrofa
más recitada que cantada, en la que compartimos visiones del pasado de
violentos cielos de color violeta, graneros en llamas y carreras a través de
los campos, oraciones bajo la luz de los relámpagos, la sensación inevitable
del desastre. De repente salimos de ese recuerdo, mientras las palmeras caen al
agua y no importa, porque Kimberly, la niña, está a salvo y puedes mirar en sus
ojos, en esos ojos estrellados que imaginas bellísimos. La música es la misma,
ahora más llena, ocupando más espacio, y la percibes triunfal, distinta, porque
Patti canta liberada de cualquier angustia, de cualquier pesar, y no puedes
evitar sonreír. “Into your starry eyes,
baby.”
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